La defensa de la vida bautismal

Bautismo de San Ignacio de Loyola

Hace escasos meses, El Tribunal Supremo de EEUU dictó una sentencia que ha sido considerada histórica para el movimiento provida de aquel país, revocando la decisión de 1973 Roe vs. Wade. Esto supone, de facto, una restricción del crimen del aborto en una gran parte del país. Esta reciente decisión del alto tribunal estadounidense rompe una tendencia que muchos daban por consolidada: el reconocimiento y tolerancia del genocidio del aborto y pone en valor la defensa de la vida natural desde su concepción.
Queda mucha lucha por recorrer, pero millares de niños, cuya vida (cuerpo y alma) es deseada por Dios, se verán beneficiados por estos acontecimientos. La vida natural o biológica es un bien que debe ser defendido.

Con este artículo queremos ir más allá, y queremos que reflexionen sobre un bien mayor para nuestros hijos que merece ser defendido de cualquier ataque: la vida bautismal. Ésta debe ser protegida incluso con mayor empeño que la vida natural.

Esta vida bautismal es la vida sobrenatural o en gracia que tiene su concepción en el bautismo. Este sacramento nos hace nacer en la excelsa dignidad de hijos adoptivos de Dios, en virtud de la redención de Nuestro Señor Jesucristo. Este grandioso alumbramiento como nueva criatura (2 Cor 5, 17) no solo nos libera de la esclavitud del pecado y remite toda la pena debida, sino que nos infunde la vida sobrenatural (la gracia santificante, las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo). Así los bautizados se tornan “inocentes, inmaculados, puros, sin culpa e hijos amados de Dios” (Rom 8, 17).
Como nos recuerda el insigne teólogo, D. Antonio Royo Marín, esta vida sobrenatural permite que el hombre se eleve, no ya sobre el plano de lo humano, sino incluso sobre la misma naturaleza angélica. Entra en el plano de lo divino, se hace de la familia de Dios, es decir, empieza a vivir a lo divino. La gracia, por consiguiente, le ha comunicado una nueva vida sobreañadida, infinitamente superior a la de la naturaleza, como es la vida sobrenatural1.

Esta vida sobrenatural, dignificación máxima, comienza con el bautismo, se desarrolla, bajo el impulso de la eucaristía y la penitencia, con el ejercicio de las virtudes divinas o teologales y culmina con la glorificación celeste o visión beatífica 2 . Es decir, nos permite cumplir con el destino para el que hemos sido creados y al que hemos sido llamados: estar en presencia de Dios, el Bien Supremo (Jn 3,5).

¿Tan importante es defender la vida bautismal?

Como sabemos, el horror del  aborto es un mal y, como todo mal, supone privar de un bien a una persona como es el bien de la vida natural. ¿la privación de la vida bautismal en una persona es un mal de mayor gravedad que la propia muerte biológica? A veces el ambiente secularista en el que vivimos puede ofuscar nuestra percepción de la realidad, pero debemos saber que la gravedad de un mal se mide por la vara del bien al que se priva a una persona.

Resulta indispensable acudir a una jerarquía en los bienes, que nos permita ver la profundidad del mal 3 . Si hay unos bienes más importantes que otros, ordenados jerárquicamente, está claro que existen unos males más graves que otros. Si resulta que Dios es el Bien Supremo, el Alfa y Omega, privar a una persona de Dios o de su condición de hijo de Dios es uno de los mayores males que se puede infringir a un ser humano. ¿Acaso la privación de Dios no es peor que la muerte?4.

Así, el Santo Tomás de Aquino, no tiembla al escribir “que el bien sobrenatural de un solo individuo está por encima y vale más que el bien natural de todo el Universo”5. En consecuencia, la respuesta de todo católico debe ser un sí rotundo. El eminente teólogo D. Victorino Rodriguez nos recuerda que es superior el derecho a renacer del agua y del espíritu a la vida natural, es decir, a preservar esta inocencia bautismal hasta sus últimas consecuencias (incluso hasta el heroísmo) aun con riesgo de perder la vida biológica6. Y los mártires que murieron por negarse a apostar son auténticos testigos de ello.

También lo son santas como Santa Maria Goretti o la Beata Karolina Kózka en defensa de su pureza virginal. Desde esta perspectiva, se comprenden aquellas luminosas palabras de la beata Reina Blanca de Castilla a su hijo, el futuro rey de Francia San Luis IX:” Sabes bien cuanto te quiero, hijo mío. Pues bien. Preferiría verte muerto antes que saberte culpable de un pecado mortal”, algo que le repetirá de forma semejante la madre del Profesor Plinio Correa de Oliveira, Doña Lucilia, a éste7.

En definitiva, estemos prestos a ser defensores de la vida bautismal, es decir, a unirnos al “movimiento provida bautismal”. La cultura de la muerte que impera en nuestras sociedades secularizadas trasciende lo físico o biológico. Se impide no sólo el nacimiento en la vida bautismal de muchos infantes, sino que ejecutan, además, medidas para aniquilarla una vez existente. De este modo, se promueve desde todos los ámbitos y medios, una educación, costumbres, y ambientes anticristianos con el fin de profanar el tabernáculo del alma de nuestros hijos, santificada por bautismo (Encíclica Mit brennender Sorge nº 48).

Se desata como una tormenta sobre los menores para la destrucción sistemática y consciente de su inocencia bautismal, renovando, como dice el Magisterio de la Santa Iglesia Católica, una nueva, verdadera y más horrenda matanza de niños inocentes (Encíclica Divini Illius Magistri nº57) porque buscan aniquilar la belleza inmaculada de Cristo reflejada en ellos. Y decimos matanza de niños inocentes, sin temer a exagerar, porque persiguen, con más fuerza, no la muerte corporal de los menores, sino la más importante, la segunda muerte (Ap 20,13-15), que es la muerte eterna del alma. Luchemos por preservar la inocencia bautismal de nuestros hijos, como nos recuerda el ritual del bautismo: “sois ya nueva creatura y habéis sido revestido de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de vuestra dignidad de cristiano. Ayudado por la palabra y el ejemplo de los vuestros, consérvala sin mancha hasta la vida eterna”.

Por otro lado, desenmascaremos al pensamiento mundano: La inocencia no es ingenuidad o pusilanimidad. No hagamos caso al sofisma popular que sostiene que es necesario que los menores experimenten el mal como condición para que en el futuro sean buenos y responsables. El mal como condición para el bien. Esto es tan absurdo como decir que un oncólogo jamás será bueno si previamente no experimentó el mal del cáncer en su propia carne.

El verdadero inocente posee una simplicidad tanto para desconocer el mal como para, una vez conocido, rechazarlo con firmeza a toda costa, procurando vivir conforme a la sabiduría que viene de lo alto 8. La inocencia no es pasividad, ingenuidad o pusilanimidad. Es un estado heroico en palabras de Pio XII9 y el Profesor Plinio Correa de Oliveira 10 . El verdadero inocente criado en la grandeza y belleza del bien, ante la llegada del mal, se opondrá con santa intransigencia, como aquél inocente, príncipe de la milicia Celestial, que, en cuanto se manifestó por primera vez el mal, lo aplastó y arrojó al infierno al grito heroico de “¿Quién como Dios?”.

 

 

1 Antonio Royo Marín O.P. Teología de la perfección cristiana. BAC 4º edición 1962. Tomo 1. p. 93
2 Victorino Rodriguez O.P. Estudios de Antropología Teológica. Speiro.Pag 329
3 François-Xavier Putallaz. El Mal. Ediciones Cor Iesu 2022. P.34
4 Ibidem.
5 Santo Tomás de Aquino. Suma Teologica. I-II 113.9 ad.2
6 Victorino Rodriguez O.P. Temas-clave de Humanismo Cristiano. Speiro 1984.Pag 37
7 Monseñor Juan Sconmiglio Clá Días. Doña Lucilia. Editrice Vaticana. P.232
8 P. Juan Pablo Merizalde Escallón E.P. La Formación de la Recta conciencia en el proyecto Educacional de
los Heraldos del Evangelio”. Revista Lumen Veritaris num 17.
9 “¿Por qué os ocultan que se da también un heroísmo en la lucha moral, y que la conservación de la
pureza bautismal representa una acción heroica…?. Enciclica Mit Brennender Sorge nº 43.
10 “Un niño que viene al mundo es como ese héroe. Está ante la inminencia de una inmensa batalla. Sea
niña o niño, si la madre tiene una verdadera noción de las cosas, le dirá: «¡Batallador! ¡Batalladora! Te
admiro porque eres combatiente del buen combate. Tu deber es ese. Cuando recibas el Bautismo la
gracia te llamará. Y a partir de ese momento comenzará en ti una vida sobrenatural similar al fuego que
alguien prende en una vela». D. Plinio Côrrea de Oliveira. Revista Dr. Plinio nº 214 (Ene 2016). Pp 12-17

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