Noviembre de 1931, una joven se asoma al balcón de un cuarto piso en Cea Bermúdez, en Madrid. Sube a la barandilla, mira al cielo por última vez, y se deja caer al vacío.
La muchacha es ingresada en el Hospital General de Madrid. Allí ayudan de una manera fija las Hijas de la Caridad. Una de ellas, sor Asunción, está de guardia. Esta monja lleva poco tiempo en la congregación. Su fe, su devoción y su entusiasmo son ejemplares. Muy dedicada, se puede contar con ella para cualquier trabajo, por molesto y desagradable que sea.
Al ver que traían el cuerpo de la chica, se levantó inmediatamente del asiento y se acercó a la suicida. Todavía estaba viva. Inconsciente, pero con vida. Apresuradamente es introducida en el quirófano. La Hermana espera pacientemente. Los médicos terminan: la paciente permanece con vida, pero está en estado de coma, irreversible. El proceso normal del Hospital ante este tipo de casos es llevar a la paciente a una habitación, y dejarla asistida en la misma, mientras se avisa a sus familiares. Cuando médicos y enfermeros abandonan la habitación, la joven hermana se cuela dentro. Observa a la muchacha, mete la mano en el bolsillo y saca una medalla milagrosa que introduce bajo la almohada. Sale y va a la capilla a rezar.
Pasa el tiempo, un par de días. Sor Asunción siempre pasa por la habitación de la suicida varias veces durante el día. Espera un milagro. Inmersa en sus trabajos en el hospital, la joven monja no olvida a aquella alma. Al anochecer acaba con su guardia y debe volver al convento. Como las dos noches anteriores, va a despedirse de ella.
Al mirarla de nuevo, con sorpresa sor Asunción observa que la joven en coma ha abierto los ojos.
– ¿Se da cuenta de lo que ha hecho? – pregunta.
– Sí, hermana, estaba desesperada.
– ¿Comprende que ha sido un milagro el que no se haya matado?
– Sí, hermana, lo comprendo.
Sor Asunción intuye que no queda mucho tiempo.
– Mire, Dios le ha guardado la vida para salvar su alma, hija. ¿Ha sido devota de la Virgen María, nuestra madre?
– Sí, muchísimo. Era Hija de María antes de perderme.
-Pues mire, la Virgen le ha traído un sacerdote en este momento en que ha recobrado el conocimiento, para que pueda hacer su confesión.
De reojo acababa de ver al capellán del Hospital, un sacerdote jesuita, que iba a visitar a una enferma.
Sor Asunción marchó a la capilla mientras el capellán confesaba a la ex -monja. Después de confesar y recibir los últimos sacramentos, la muchacha volvió a caer en coma. Unas horas después, falleció.