Las apariciones de la Medalla Milagrosa

Imagen de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa- Sao Paulo -Brasil

Las apariciones de la Medalla Milagrosa tuvieron lugar en París, en una época convulsa y anticlerical. La restauración de la monarquía borbónica tenía su segundo rey en Carlos X, pero los ideales ateos y violentos de la Revolución francesa conspiraban para tomar el poder y seguir hacia delante. El desprecio al clero que había en aquella época era uno de los síntomas de que el volcán iba a entrar en erupción. El año fatídico de 1830, cuando la monarquía legítima de Francia iba a caer definitivamente, entra al convento de las Hijas de la Caridad en la Rue de Bac de París una novicia, de origen humilde, pero de virtud muy sufrida: Catalina Labouré. La fundación a la que entra la novicia pertenece es una orden religiosa fundada por san Vicente de Paul, dedicada a consagrarse en cuerpo y alma al servicio de los pobres.

Las primeras visiones

Apenas llevaba unos meses en el noviciado cuando en una ida a la iglesia de san Lázaro, ante los restos del fundador de su orden, san Vicente de Paul, se le aparece el corazón de dicho santo durante tres días seguidos, y en tres formas diferentes: blanco color carne, luego rojo fuego, y, por último, negro. Entendió la novicia que el color carne del corazón anunciaba la paz, la calma, la inocencia y la unión. El rojo fuego, la imagen de cómo debe ser la caridad. Y por último rojo negro, como sufrimiento. El corazón de san Vicente sufría por los males que asolarían a Francia. Para la santa estaba muy claro: la inocencia, el amor, y la prueba.

A las visiones de san Vicente se sucedieron las visiones de Cristo en la Eucaristía. En la consagración la Hostia se le vuelve transparente como un tul. Un día ve el Santísimo Sacramento cambiando al color negro, como ocurrió con el corazón de san Vicente: “Entonces Cristo Se muestra como un rey con la cruz en el pecho. Durante la misa y durante el evangelio me pareció que la cruz se caía de Su pecho (…) y por un momento me pareció que Cristo estaba despojado de todos sus ornamentos. Todo cayó al suelo. En ese momento tuve los presagios más negros. No sabría explicarlo, pero tuve el pensamiento de que el rey de la tierra perdería el trono”.

Esta visión es el anuncio de la Revolución definitiva. El rey, es decir, lo que queda del orden monárquico es despojado de sus ornamentos por el triunfo de la Revolución. Los sufrimientos de Cristo en Su Cuerpo, que es la Iglesia, evocan a los mártires de la revolución y se polariza en el rey de Francia, coronado entonces mediante una unción que bien podría equivalerse a un auténtico sacramental. El caos revolucionario va a establecerse definitivamente.

Primera aparición de la Virgen

El 18 de julio de 1830, poco antes de la medianoche, un niño de unos cinco años vestido de túnica blanca despierta a santa Catalina Labouré, diciendo que la Virgen la está esperando. Acude a la capilla y ve llegar a la Reina del Cielo, quien, tras arrodillarse delante del Santísimo, va a sentarse en una de las sillas del presbiterio.  De rodillas, con sus manos apoyadas en rodillas de la  Virgen, santa Catalina recibe el mensaje celestial. La Señora, tan bella y tan materna, le va a encomendar una gran misión: “Venid al pie de este altar. Aquí se derramarán gracias abundantes sobre todos aquellos que la soliciten”.

De toda la conversación que tuvieron no ha quedado casi nada, pues por orden del confesor, el padre Aladel, santa Catalina quemó antes de morir todos los apuntes de lo que habló con la Madre de Dios durante dos horas y media. Sólo se salvaron de casualidad una pequeña parte. Después del aviso, la Virgen advierte que aguardarán a santa Catalina grandes sufrimientos.

“Los tiempos serán malos. Caerán las desgracias sobre Francia. El mundo entero se verá sacudido por desgracias de toda clase- la Virgen tomó un aspecto muy triste al decir esto”.

Dios no iba a evitar el mal que se avecinaba sobre el mundo por sus pecados, pero por la misericordia de Nuestra Señora atenuaría el golpe.

“Vendrán grandes desgracias. El peligro será grande. Sin embargo, no temas. Di que no teman. La protección de Dios estará siempre ahí de una manera particular. Las calles se llenarán de sangre. El costado de Nuestro Señor de nuevo será abierto. El mundo entero estará triste”.

Durante toda la revelación las lágrimas de la Virgen bañaban Su rostro.

No habían pasado una semana, y la Revolución volvió a estallar. Como un volcán que descansa sólo para lanzar una nueva terrible erupción. Los liberales se lanzan a las calles de París de nuevo con el pretexto de la libertad, y comienzan a perseguir al clero, que optimista, se creía a salvo. Fueron las denominadas por ellos “Las Tres Gloriosas Jornadas” de las barricadas, del 27 al 29 de julio. El rey legítimo fue derrocado y en su lugar pusieron a un rey usurpador que preparará el terreno a la futura república. La ciudad hervía, los disparos se oían constantemente por las calles, el arzobispo de París huyendo disfrazado pedía refugio en los Paúles.

Segunda aparición de la Virgen

Cuatro meses después, el 27 de noviembre, santa Catalina divisó a la Virgen como un cuadro. De pie, vestida de blanco, de una talla media, de un aspecto tan bello que sería imposible expresar su hermosura. Sus pies descansaban sobre un globo del que yo veía sólo la mitad. Sus manos elevadas a la altura del pecho, sostenían otro globo más pequeño, figura del universo. Tenía los ojos elevados al Cielo, y su figura se iluminó cuando lo ofrecía a Nuestro Señor.

La Virgen bajó los ojos y miró a la santa: “Este globo representa el mundo entero, particularmente Francia y cada persona en especial”.

Después se formó en torno a la figura de la Virgen un óvalo sobre el que se puede leer: “Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.

Unos momentos después el cuadro se vuelve, y por el reverso distingue la letra M, rematada por una pequeña cruz, y al pie los sagrados corazones de Jesús y de María. Una corona de espinas rodea al primero, una espada atraviesa el corazón de María. La voz le dijo: “Haz acuñar una medalla según este modelo. Todos los que la usen, llevándola al cuello recibirán grandes gracias. Estas serán abundantes para aquellos que la usen con confianza”.

Tercera y última aparición

El padre Aladel sigue menospreciando a santa Catalina. A pesar de los detalles de la aparición y de la medalla, el confesor desconfía.

De la tercera y última aparición desconocemos la fecha, pero creemos que es el mismo año.  A la misma hora que la anterior la Virgen se aparece con la misma túnica cerrada hasta el cuello, y el velo azul. Los rayos salidos de las manos llenaban toda la parte baja de manera que no se veía los pies de la Virgen. Y santa Catalina escuchó una voz: “Estos rayos son el símbolo de las gracias que la Virgen obtiene a las personas que se la piden”. Esta aparición tiene el carácter de un adiós. “No me verás más – dice la Virgen a santa Catalina – pero oirás mi voz durante tus oraciones”.

La acuñación de la Medalla

“La Virgen está enfadada”- dijo santa Catalina al padre Aladel. El sacerdote quedó preocupado. En una visita al arzobispo de París, le presentó el proyecto: el arzobispo, monseñor De Quelen, lo aprobó: “Supondrá un paso más en la creencia en la Inmaculada Concepción, discutida todavía entre los teólogos. No hará falta comentar las apariciones, que se difunda la medalla simplemente, y por sus frutos se juzgará el árbol”.

Aún tardará Aladel dos años más en mandar acuñar la medalla. Y cuando ésta salga, no será del todo como la Virgen pidió: La Virgen no está con el globo en las manos, en la medalla tiene las manos extendidas de las cuales salen los haces de luz.

Una gran epidemia de cólera asola la ciudad de París, y se ha llevado la vida de veinte mil personas. El arzobispo De Quelen ha sido vilmente expulsado de su sede metropolita. De nuevo reina el desorden. Pero las medallas ya están listas. El arzobispo, en una casa vulgar, recibe la primera, y ordena que en su aposento se haga una imagen como la figura de la medalla. Apenas comienza la propagación, se producen conversiones espectaculares y curaciones imparables.

En la escuela de la plaza Louvre, la pequeña Carolina Nemain de ocho años, es la única de la clase que no lleva la medalla, y es la única afectada por el cólera. Las hermanas la procuran una, y al momento queda curada. Al día siguiente regresa a clase. Un empedernido blasfemo acepta la medalla que las hermanas le ofrecen y desde entonces ve llegar la muerte con serenidad, llegando a declarar: “Lo que me causa pesar es haber amado tan tarde y no amar más”.

Pronto se ven obligados por el éxito a distribuir un folleto con explicaciones mínimas sobre la medalla, y con ejemplos de curaciones milagrosas y prodigios.

Siete años después de las primeras, las medallas que circulan son 10 millones por el mundo entero y cuando muere Santa Catalina hay más de 1000 millones de medallas.

Conclusión

La medalla de la Virgen es popularmente conocida como Medalla Milagrosa. Ni la Virgen María ni santa Catalina le dieron este nombre. Ha sido el pueblo de Dios que entusiasmado por tantos milagros en el cuerpo y conversiones en el alma la proclamó clamorosamente “milagrosa”.

Si quieres conocer más te invitamos a ver este video:

 

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7 comentarios en “Las apariciones de la Medalla Milagrosa”

    1. Salve María!
      el Domingo 27 de Noviembre a las 19:00, tendremos la Misa solemne con imposición de la Medalla en la Iglesia de las concepcionistas, ubicada en la calle Blasco de Garay, 51, Madrid

    1. Salve María!
      el Domingo 27 de Noviembre a las 19:00, tendremos la Misa solemne con imposición de la Medalla en la Iglesia de las concepcionistas, ubicada en la calle Blasco de Garay, 51, Madrid

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