Hacia el año de 934 el califato de Córdoba, recientemente proclamado por Abderramán III, envía dos ejércitos con la intención de devastar Castilla. El conde de Castilla Fernán González responde organizando un ejército cristiano y derrotando al primer ejército árabe. Pero incapaz de tener fuerzas para poder frenar al segundo, que actuaba simultáneamente. Estas segundas tropas islámicas, sin quererlo, darán al cristianismo castellano durante la Reconquista la mayor fuente de milagros.
San Pedro de Cardeña
El monasterio de San Pedro de Cardeña fue fundado a comienzos del siglo IX. Monjes benedictinos establecieron el cenobio en un amplio y fértil valle, a unos doce kilómetros de la ciudad de Burgos. Las reliquias que en él se veneraban de san Pedro y san Pablo, y de san Juan evangelista, servían de atracción a familias para repoblar las tierras circundantes abandonadas. Además el carácter eminentemente fraterno del benedictismo también ayudaba a la repoblación.
Los musulmanes vieron en el monasterio un botín abundante de oro y plata que estaban en los cruces y cálices que poseía el cenobio, además de las campanas, que simbolizaban la victoria sobre el infiel. Pero sobretodo era saciar su sed de sangre cristiana lo que les llevó a atacar a los monjes.
El monasterio estaba habitado en esos momentos por doscientos monjes que seguían la regla benedictina. Junto a ellos vivían unos cuarenta niños, de variada condición social. La nobleza enviaba a sus hijos a pasar tiempo entre los monjes para ser instruidos en la fe y en los estudios, y algunos de ellos después podían entrar en religión. Otros eran de condición más humilde que recibían formación según sus cualidades, y muchos de ellos permanecerían en el monasterio toda su vida.
El martirio
Llegó la numerosa hueste islámica a Cardeña y pusieron sitio al monasterio. El jefe moro intimó a sus moradores a que le entregasen todas las riquezas. El abad de aquel ilustre monasterio se llamaba Esteban, varón de eminente santidad, salió al paso del caudillo árabe respondiendo que los únicos tesoros de aquellos monjes son sus corazones, que han entregado a Cristo, a quien perseguís vosotros con loca ceguera. Furiosos los moros, se arrojaron sobre los monjes con un furor extraordinario matándolos a todos, sin que se oyese de los labios de las víctimas ninguna palabra que no fuera “Jesucristo”.
El milagro de la sangre
Pocos años después el monasterio fue reconstruido y los martirizados enterrados en el claustro. El primer año del monasterio recién construido y el día 6 de agosto, aniversario del martirio, un prodigio del Señor honró el mérito de sus mártires: El pavimento del claustro quedó teñido de sangre. Un suceso que permaneció hasta acabado el día; y acompañado de un suavísimo olor. Todos creyeron al comienzo de tratarse de un hecho aislado. Pero al año siguiente en la misma fecha el claustro volvió a sangrar. Y así durante todos los años. Obispos, abades, teólogos y santos marchaban a Cardeña para certificar lo sobrenatural del fenómeno. Aclarada y confirmada la santidad del milagro, comenzó a hacerse popular.
Los milagros
La fama del prodigio se extendió por toda la España cristiana. El día del aniversario del martirio, caravanas ininterrumpidas de fieles de pueblos y comarcas de Castilla se congregaban en torno del monasterio. Los monjes extraían la sangre que emanaban del suelo y la repartían ante el pueblo devoto, que la utilizaba como curativos. Los milagros producidos fueron innumerables. Curación de lesiones, sarnas, y diferentes tipos de heridas sobre la cuales se aplicaba un paño húmedo con la sangre de los mártires. En caso de congestiones o dificultades de respiración, la sangre mezclada con agua se hacía hervir, y el vapor resultante era inhalado con el resultado de una curación inmediata.
Asimismo el claustro era levantado con cierta frecuencia para sacar huesos de los monjes y repartir estas preciadas reliquias por toda la cristiandad.
Canonización
Pasaron los siglos y los milagros otorgados por la sangre de los mártires comenzaron a registrarse. Actas y actas con centenares de testimonios de curaciones, desde las más comunes hasta aquellas evidentemente milagrosas. Todas ellas registradas en el archivo del monasterio. No se inició el proceso de canonización hasta mucho tiempo después, porque según el pensamiento medieval, una vez que se sabía que eran santos, no había mucha necesidad de una proclamación oficial.
Sin embargo Felipe II, que había acudido a Cardeña en peregrinación, decidió agilizar el proceso de canonización, que ya había comenzado un siglo antes aunque tímidamente. A pesar de que se perdió buena parte de la documentación por las vicisitudes de las guerras en Italia, el proceso se concluyó favorablemente. En 1603 durante el reinado de Felipe III, el papa Cemente VIII canonizó a los mártires de san Pedro de Cardeña.
El Final
El 6 de agosto de 1492 en torno al monasterio, como cada año, se reunieron en romería multitudes de fieles de toda España. Había ambiente de devoción, y también alegría festiva. La puerta del monasterio se abrió y salió el abad, quien muy azorado exclamó: ¡No había sucedido el milagro! La Reconquista ya había terminado.