Desde que en el siglo XIII, Santa Juliana de Lieja percibiera en sus visiones la necesidad de una fiesta dedicada al Santísimo Sacramento, instaurándose el Corpus Christi primero en Europa, y finalmente en toda la Iglesia de manos del Papa Urbano IV, podemos afirmar que la festividad del Corpus se ha convertido en una de las citas más importantes para todos los católicos.
Es por este motivo que, en la soleada tarde del día 3 de junio de 2018, los fieles devotos de la ciudad de Madrid, participamos en esta fiesta tan señalada de nuestro calendario. Junto a la celebración de la Santa Misa, todos esperábamos con ilusión formar parte de la tradicional procesión. Congregados en la Catedral de la Almudena, nos dispusimos a emprender el recorrido para acompañar a Jesús Sacramentado por las céntricas calles de la capital.
Las fachadas y balcones lucían engalanadas con la bandera nacional siendo testigos del discurrir de cofradías y hermandades, entre quienes se encontraban, un año más, los Heraldos del Evangelio, como miembros de una congregación para la cual, la devoción a Jesús Sacramentado constituye uno de los principales pilares de su espiritualidad.
El primer momento destacable vino marcado por la salida de Jesús Sacramentado sobre las andas que portaban los seminaristas, al son de los acordes del Himno Nacional. A partir de ese instante, el discurrir de la procesión se acompañó de hermosos cantos eucarísticos y meditaciones que resultaron de gran ayuda para vivir intensamente esos momentos significativos para todos los presentes.
Cantemos al Amor de los Amores, cantemos al Señor,
Dios está aquí,
¡venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor!
Mientras avanzábamos, escuchábamos la lectura de profundas palabras llamándonos a la santidad, pues ésta debe ser la aspiración de todo cristiano… “La santidad es el rostro más bello de la Iglesia y se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros”. Tomamos conciencia de la necesidad de dejarnos transformar por el Señor y de Su Presencia real entre nosotros.
Pero para que esta Presencia sea efectiva, es necesaria nuestra colaboración, “manteniendo una actitud fraternal y solidaria hacia los demás, haciéndonos cargo de la necesidad de los otros”. Haciéndolo así, debemos ser conscientes de que no estamos solos, pues Nuestra Señora nos apoyará en todo momento en el seguimiento a Su Hijo Jesús.
Seguir los pasos de Nuestro Señor es algo que se hace muy patente en el discurrir de la procesión, acompañándole y dejándonos acompañar por Él. Éramos una multitud deseosa de proclamar públicamente nuestra fe, especialmente en este tiempo en que se nos exige una fe heroica. Es por ello que no dudamos en proclamar a viva voz: “¡Tú eres, Señor, el Pan de Vida!”.
Mientras tanto, caminábamos sobre las hermosas alfombras de colores dispuestas para recibir al Santísimo Sacramento y contemplábamos preciosos altares preparados con amor y devoción. Ante la Iglesia de Santiago hubo un momento de pausa para escuchar la música que se intercalaba con las reflexiones, llegando nuestros pasos ante las puertas del Real Monasterio de la Encarnación, en una de cuyas ventanas, una de las religiosas que lo habitan contemplaba serenamente el discurrir de la procesión y esperaba la llegada de Nuestro Señor Sacramentado.
Continuábamos desfilando paso a paso, escuchando las sabias palabras que nos invitan a alcanzar un alto grado de caridad, pues “nuestra entrada en el Cielo dependerá del amor que hayamos manifestado hacia el prójimo, no de los conocimientos que hayamos acumulado”. Ese amor debe ir acompañado siempre de la humildad, deseando lo mejor para los demás, como especial instrumento de vencer el mal con el bien y alejar de nosotros al maligno.
Cuando nuestros pasos avanzaban a través de la calle Bailén escuchamos un sabio y útil consejo de Santa Teresa de Lisieux que corona esa llamada a la caridad: “La caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades”.
Caminando ante el impresionante Palacio Real, todos nos unimos a la recitación de la bella oración “Alma de Cristo”, mientras nuestros pasos se iban acercando a la Catedral. Invocamos a Nuestro Señor Jesucristo, pidiéndole que nos transforme y nos guíe en nuestro caminar a través de la vida terrenal. Llegados al final de nuestro recorrido, esperamos con emoción la llegada del Santísimo Sacramento al son de las campanas…
Cuando finalmente Nuestro Señor hizo acto de presencia entre nosotros y fue situado en el altar, contemplamos cientos de pétalos de flores que caían desde el cielo llenándonos de alegría y emoción. Fue Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, Obispo Auxiliar de Madrid, quien pronunció las oraciones de reserva del Santísimo y pidió al Señor que quite todos los miedos que inundan nuestras almas.
Al concluir sus palabras, impartió la bendición a todos los presentes, y de nuevo con los acordes del Himno Nacional culminó una tarde maravillosa en la que todos los presentes pudimos manifestar la alegría de nuestra fe.
¡Viva Jesús Sacramentado…Viva y de todos sea amado!
FOTOS: Don Eric Fco. Salas
1 comentario en “Corpus Christi de Madrid 2018”
Una celebración con toda la solemnidad que requiere que el Señor salga a la calle a buscarnos