Bernardo fue el primer apóstol de la devoción del Corazón de Jesús en España. Jesús se le presentaba con el Corazón ardiendo en llamas de amor al igual que a santa Margarita María de Alacoque o a san Claudio de la Colombière, los dos grandes apóstoles de esta devoción en Francia. San Claudio murió en 1682 y santa Margarita María de Alacoque en 1690, mientras que Bernardo murió en 1735. En este tiempo intermedio entre los dos santos anteriores y Bernardo, la devoción al sagrado Corazón no había entrado en España. Él fue el escogido por Dios para esta importantísima misión.
ÍNDICE
El Comienzo
Sobre la devoción al Corazón de Jesús nos dice el P. Bernardo: “Un día, después de haber comulgado, teniendo a mi dueño Jesús sacramentado en mi pecho, empezaron a recogerse los sentidos y potencias. En este tiempo se me mostró el Sagrado Corazón de Jesús todo hecho un fuego, arrojando llamas y despidiendo por la herida un volcán de amor convertido en rayos clarísimos de luz. Quedó absorta mi alma y mucho más, cuando la convidaba el mismo Jesús a entrar dentro de su Corazón, pues atemorizada de su bajeza y de aquella infinita grandeza e inmensa copia de llamas, se encogía y sumergía en su nada. Pero, sin saber cómo, se halló dentro de aquel divino Corazón por un modo tan sobrenatural, imperceptible y soberano, que no hay que pensar explicarlo con lo grosero de las expresiones de nuestra lengua”[1].
Escribe Bernardo: “Lo que el divino Corazón hace conmigo es indecible e inexplicable: asáltame con su amor y me deja absorto entre un incendio abrasador de fuego seráfico. El domingo en especial (que fue a 25 de octubre) al recibirle sacramentado, me dio un sentimiento interior tan vivo de que tenía en mí a aquel que es centro de mis ansias, que pensé reventar en fuerza de la vehemencia del amor y de la inundación suavísima de gozo; y, si en tiempo de gracias no me dilatara el corazón, apretado en ardores y llamas de amor, hubiera muerto sin duda. Desahogóse el pecho, prorrumpiendo en gemidos íntimos con que, en voces del alma, convocaba todas las criaturas a amar al Corazón amantísimo de mi Jesús; y con una vehemencia más que humana clamaba con san Agustín: Corred, justos; corred, pecadores; corred, pueblos:
corred todos y venid al Corazón de Jesús. Aquí oí interiormente una voz suavísima que me dijo ahora lo que en otro tiempo a aquella gran sierva del Señor (santa Margarita María): Pídeme lo que quieras por el Corazón santísimo de mi Hijo, y te oiré y concederé lo que me pidas; y sin libertad, pedí la extensión del reino del mismo Corazón sagrado en España, y entendí que se me otorgaba; y con el gozo dulcísimo que me causó esta noticia, quedó el alma como sepultada en el Corazón divino, en aquel paso que llaman sepultura. Muchas repetidas veces he sentido estos asaltos de amor en estos días, dilatándose tanto en deseos mi pobre corazón, que piensa extender hasta en el nuevo mundo el amor de su amado Corazón, y todo el universo se le hace poco”[2].
La Gran Promesa
Un día, cuando se preparaba en la novena a la fiesta del Corazón de Jesús, el Señor le dijo al P. Bernardo, al igual que a santa Teresa y a santa Catalina de Siena: “Cuida tú de mi honra y de mis cosas y mi Corazón cuidará de ti y de las tuyas”.
El día de la renovación de sus votos tuvo una visión intelectual de san Pedro y san Pablo. Trató con ellos largamente de las cosas del Corazón santísimo y san Pedro le aseguró que uno de sus sucesores establecería la fiesta del Corazón de Jesús en toda la Iglesia.[3] El 4 de mayo de 1733, durante la meditación, vio al Corazón de Jesús de modo parecido a como lo vio santa Margarita María de Alacoque. El día de la Ascensión, 14 de mayo, vio al Corazón de Jesús rodeado de llamas, con una corona de espinas alrededor y Jesús le pidió que se instituyera en España una fiesta en honor de su divino Corazón y oyó claramente estas palabras: “Reinaré en España y con mayor veneración que en otras partes”. Esta es la llamada GRAN PROMESA y el templo del Colegio de San Ambrosio de Valladolid es llamado el templo de la Gran Promesa. El 10 de mayo de 1733 lo visitó san Miguel. Nos dice: “Después de comulgar, sentí a mi lado a este santo arcángel que me dijo cómo extender el culto del Corazón de Jesús por toda España y más universalmente por toda la Iglesia. Llegará el día en que esto suceda. Habrá gravísimas dificultades, pero se vencerán. Él, como príncipe de la Iglesia, asistirá en la empresa”[4].
El día de la Ascensión del Señor, 14 de mayo de 1733, se repitió la visión del Corazón de Jesús después de comulgar. Dice: “Tuve la misma visión referida del Corazón, aunque con la circunstancia de verle rodeado con la corona de espinas y una cruz en la extremidad de arriba… Convidaba el divino Jesús a mi corazón a que se metiese en el suyo por aquella herida; que aquel sería mi palacio, mi castillo, mi muro en todo lance. Y como el mío aceptase, le dijo el Señor: ¿No ves que está rodeado de espinas y te punzarán? Reparé que, además de la herida grande, había otras tres menores en el Corazón de Jesús y preguntándome si sabía quién se las había hecho, me trajo a la memoria aquel favor con que nuestro amor le hirió con tres saetas… Me dio a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino para que por mí las gustasen otros. Pedí a la S. Trinidad la consecución de nuestros deseos y, pidiendo esta fiesta en especial para España en que ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: Reinaré en España y con más veneración que en otras partes”[5].
Bernardo promovió la devoción del Corazón de Jesús entre amigos y conocidos, especialmente entre sus Superiores de la Compañía. Al respecto escribe el padre Loyola: “No hubo uno solo de los muchos a quien inspiró esta devoción y comunicó sus ardores que no abrazase el culto del sacrosanto Corazón de Jesús. Yo admiro como prodigio este sagrado ardor con que hombres doctos, prudentes, autorizados y de superiores talentos, se dejaron mover de un joven de pocos años a una devoción nueva y desconocida. Entre estos jesuitas hubo provinciales, rectores, maestros, predicadores, misioneros; en fin, los primeros hombres de nuestra provincia de Castilla”[6].
Una elección, un ofrecimiento
El 4 de mayo de 1733 el Señor le hace saber que lo elige a él como instrumento para la extensión de este culto. El día 5 lo ve con claridad y en su testimonio escrito dice expresamente que ha sido escogido por Dios para lo mismo que había sido escogida santa Margarita María de Alacoque. El día 12 de junio Bernardo, en el Colegio San Ambrosio de Valladolid, se consagró al Sagrado Corazón de Jesús durante la misa, con la fórmula del padre Claudio de la Colombière, firmando luego en el papel, que tenía la fórmula en latín, con las palabras: “Estimado y amantísimo discípulo del sacrosanto Corazón de Jesús, Bernardo Francisco de Hoyos”. A ese respecto Bernardo nos dice: “Al tiempo de pronunciar la fórmula, sentí la presencia de las tres santas (Teresa, Margarita María de Alacoque y Magdalena de Pazzis) y también del discípulo amado san Juan evangelista. Y entendí que el Corazón de Jesús recibía mi sacrificio y, al firmar, conocí por un modo suavísimo que Jesús escribía mi nombre en su Corazón”[7].
Se consagró con las palabras de San Claudio de la Colombière: “En reparación de tantos ultrajes y de tan crueles ingratitudes, oh adorable y amable Corazón de Jesús, y para evitar en cuanto de mí dependa el caer en semejante desgracia, yo os ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz: yo me entrego enteramente a Vos. Y desde este momento protesto sinceramente que deseo olvidarme de mí mismo, y de todo lo que pueda tener relación conmigo para remover el obstáculo que pudiera impedirme la entrada en ese divino Corazón, que tenéis la bondad de abrirme y donde deseo entrar para vivir y morir en él con vuestros más fieles servidores, penetrado enteramente y abrasado de vuestro amor. Ofrezco a este Corazón todo el mérito, toda la satisfacción de todas las misas, de todas las oraciones, de todos los actos de mortificación, de todas las prácticas religiosas, de todos los actos de celo, de humildad, de obediencia y de todas las demás virtudes que practicare hasta el último instante de mi vida. No sólo entrego todo esto para honrar al Corazón de Jesús y sus admirables virtudes sino que también le pido humildemente que acepte la completa donación que le hago, y disponga de ella de la manera que más le agrade y a favor de quien le plazca. Y como ya tengo cedido a las santas almas que están en el purgatorio todo lo que haya en mis acciones, capaz de satisfacer a la divina justicia, deseo que esto les sea distribuido según el beneplácito del Corazón de Jesús. Esto no impedirá que yo cumpla con las obligaciones que tengo de celebrar misa y orar por ciertas intenciones prescritas por la obediencia; ni que ofrezca por caridad misas a personas pobres o a mis hermanos y amigos que podrían pedírmelas. Pero como entonces me he de servir de un bien que ya no me pertenecerá, quiero, como es justo, que la obediencia, la caridad y las demás virtudes que en estas ocasiones practicare sean todas del Corazón de Jesús, del cual habré tomado con qué ejercitar estas virtudes, las cuales, por consiguiente, le pertenecerán a Él sin reserva”[8].
El 13 de enero de 1735, octava de su primera misa, dice: “Me pareció que el buen Jesús tomaba mi alma y la presentaba ente el tribunal de la S. Trinidad, diciendo a su eterno Padre: Esta alma, Padre mío, he escogido para que esté totalmente consagrada a los desagravios de mi Corazón y para que aplaque vuestra justa indignación ofreciéndoos a mí mismo en sacrificio; para lo cual la he honrado con el sacerdocio. El eterno Padre, con expresión de grande majestad y amor, aceptó la oferta y aprobó la elección, declarándome lo elevado de este designio para el que había sido escogido”[9].
[1] Segunda carta del padre Manuel de Prado sobre la muerte y virtudes del padre Bernardo.
[2] Loyola p. 273.
[3] Loyola p. 261.
[4] Loyola p. 249.
[5] Loyola pp. 250-251.
[6] Loyola p. 252.
[7] Loyola p. 259.
[8] Escritos espirituales del beato Claudio de la Colombière, Ed. Mensajero, Bilbao, 1979, pp. 168-169.
[9] Loyola p. 335.
Bibliografía
Ángel Peña O.A.R., El Beato Bernardo De Hoyos Apóstol Del Corazón De Jesús, Lima, Perú.
Tres peticiones del Sagrado Corazón de Jesús, Ed. Imprenta Nacher, S.L Valencia.