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¿Cuándo se celebra?
La Anunciación del Señor se celebra dentro del tiempo litúrgico de la Cuaresma, el día 25 de marzo, y es cuando la Iglesia festeja el anuncio del cumplimiento de las promesas de Salvación.
¿Qué es la Anunciación?
La Anunciación del Señor hace referencia a la noticia que dio el Ángel a la Santísima Virgen María, sobre la Encarnación del Hijo de Dios. El diálogo más importante de la historia tuvo lugar en el interior de una pobre casa de Nazaret. El Sí de la Santísima Virgen María cambió la historia de la humanidad. Ella fue la escogida por Dios Padre para ser la esposa del Espíritu Santo y la Madre de Dios Hijo.
En memoria de este episodio de la Biblia, la Anunciación, las Iglesias del todo el mundo recitan el Ave María durante la Misa organizada el día de su celebración. Esta toma forma de un mensaje de alegría y liberación, confirmado por el texto original escrito en griego, donde el saludo de Gabriel es “χαίρω”, que significa “Alégrate”. La Anunciación anticipa entonces la llegada próxima de Cristo. Y es que tanto amó Dios al mundo que le dio a su propio Hijo para que el mundo se salve por medio de Él.
En el primer capítulo del Evangelio de San Lucas, podemos observar cómo Dios envió al Ángel Gabriel para dar la noticia a María:
“Al sexto mes fue enviado por Dios el Ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la Virgen era María (…). No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios; concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quién pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin.” (Lc 1, 30-33)
Al escuchar las palabras del Ángel, María desea saber cómo se realizará ese prodigio, pues, inspirada por el Espíritu Santo, había decidido entregarse a Dios en virginidad de corazón, de cuerpo y de mente y dice así:
“¿Cómo será esto, pues no conozco varón?” (Lc 1, 34)
San Gabriel le comunica entonces el modo divinísimo en el que la maternidad y virginidad se conciliarán en sus senos.
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios (…) porque para Dios nada hay imposible. “ (Lc 1, 35, 37)
Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pregunta lo que no sabe y luego, se entrega toda al cumplimiento de la Voluntad Divina:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. (Lc 1, 38)
María decidió entregarse por completo a Dios y cumplir su voluntad, lo que demuestra el inmenso amor que sentía. Solo con los ojos del alma detectamos la presencia de Dios en los acontecimientos de la vida. María es el modelo de vida cristiana porque contempla su vida con los ojos de Dios.
La Encarnación
La Anunciación del Señor no es simplemente un episodio de la leyenda de la Virgen. Con ella llega la plenitud de los tiempos. Es el momento culminante de la vida de María, pero también el comienzo de la misión de Cristo en la tierra ya que, desde el mismo momento en que María da su asentimiento a las palabras del Ángel, la Encarnación se materializa. La Encarnación es la aparición de Dios en la carne. Él obra en medio de la humanidad creada a imagen de la carne.
Nuestra salvación depende totalmente de la venida de Jesús a este mundo en forma humana, pues Cristo murió por nosotros, por nuestros pecados.
La caridad no se queda en sentimientos; ha de estar en las palabras, pero sobre todo en las obras. Por eso, si nuestra Fe es débil, acudamos a María. Nuestra fragilidad no es obstáculo para la Gracia. Dios cuenta con ella y por eso nos ha dado una Madre.
Así pues, todos debemos imitar en primer lugar el inmenso amor de María, tratando con el Señor en un diálogo enamorado. Si como la Virgen, acogemos el don de la Fe y ponemos en el Señor toda nuestra confianza, viviremos cada situación con el gozo y la paz de los hijos de Dios.