Amistad con el Espíritu Santo

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       “Si el mundo os aborrece, sabed que Me aborreció a Mí primero que a vosotros. Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo, pero porque no sois del mundo … por eso el mundo os aborrece”. Lc 21, 17

Una tierra devastada y sin honra

¿Es posible respirar aire contaminado sin que nuestros pulmones se vean afectados? El católico de hoy ha nacido, y se desarrolla en una sociedad casi completamente descristianizada. Su sistema de pensamientos, el que determina sus apreciaciones, sus gustos y sus juicios en todas las materias de importancia para el hombre como individuo, o como ser social, se va corrompiendo gradualmente por los errores dominantes.

Estos errores flotan como gérmenes malignos en todos los elementos en que las ideas son llevadas a la mente: libros, piezas escénicas, cine, pinturas, periódicos, revistas, conferencias, y en todos los medios empleados para propagar las opiniones del hombre. Los católicos que, bajo la acción de la gracia divina, encuentran la fortaleza y el valor necesarios para resistir o enfrentarse a los criterios de valoración dominantes, se dirigen instintivamente a Dios para hallar una salida.

Además: pocas cosas son tan insoportables para el hombre como la soledad y el aislamiento. El hombre no está hecho para vivir sólo. Aristóteles afirmaba: “El hombre que vive en el aislamiento, si la causa de ese aislamiento es natural, y no accidental, o es un ángel, o es un demonio.” En un mundo que se muestra hostil a Cristo, y que odia a Sus seguidores tanto como a Él, necesariamente el católico ha de sufrir un cierto ostracismo. Una especie de proscripción social e incluso política.

Pero Jesús nos envía al Espíritu Santo y el término que escoge nuestro Salvador para designar al Espíritu Santo que había de enviar a sus discípulos, es el de ‘‘Consolador’’. Es un término que pone de manifiesto el tierno y paterno interés que siente Jesús por el doloroso destino de Sus seguidores en este mundo. Indica que el consuelo, el aliento, la fortaleza y la confortación que quiere darnos no son los últimos efectos que fluyen al alma como consecuencia de la presencia dentro de ella de la Tercera Persona Divina.

El Espíritu Santo consolador

Si los católicos se dieran cuenta de la proximidad de Dios con respecto a ellos, y de la intimidad que desea compartir con ellos el Divino Huésped, no padecería ningún sentimiento de lejanía en ningún período de su vida terrena.

Por quebrantado que esté el fiel por las pruebas y desengaños de la vida, por mucho que le hayan desfigurado el tiempo y las penalidades; siempre ha de estar seguro de la lealtad de Dios. Si se muestra cuidadoso en preservar la gracia divina en su corazón, no tiene por qué experimentar el recelo de que va a presentarse mal dispuesto ante los ojos de Dios que le ama.

El Espíritu Santo no sólo tiene una capacidad infinita de amistad, posee asimismo un poder infinito de hacer que esa amistad sea afectiva para el consuelo de aquellos a quienes ama.

El Espíritu Santo ilumina

Una de las características de la amistad es la comunicación mutua de secretos. La mayoría de los hombres encuentran difícil llevar por sí solos la carga de un secreto importante. Se siente un profundo alivio al compartir esta carga con alguien que es leal y digno de confianza. Y el Espíritu Santo lleva la carga de todos los secretos de Dios, secretos que son de gran importancia a la criatura. “Pues el Espíritu todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios… las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios”. El Espíritu Santo se muestra ansioso de comunicar el alma esas profundidades de Dios, lo cual es una tendencia propia de la amistad.

El Espíritu Santo no sólo explora los secretos de Dios. Con la misma visión interior escudriña las cosas de la vida humana. Conoce perfectamente los problemas de la vida y su solución correcta. Conoce los oscuros problemas de la vida y cómo han de ser resueltos. Nos impulsa a obrar rectamente al iluminar la inteligencia en cuanto a la conducta a seguir e impartir fortaleza a la voluntad para llevar a cabo aquello que nos presenta como más apropiado. Todo eso lo hace derramando continuamente gracias actuales sobre el alma.

De ahí que san Pablo pudiera decir con justicia que los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios: “Porque los que son movidos por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.

Si quieres saber más sobre el Espíritu Santo te recomendamos este video

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